Las mujeres fuertes también tienen que descansar

  • Omar Rodríguez comparte con los lectores de Artes y Destinos  el texto que publicó a propósito del fallecimiento de Lolita Colchado Viuda de Don Manuel Rodríguez Campos. Se reproducen sus palabras en medio del homenaje que recibe en la capitanía en el marco de las festividades de  la Exaltación de la Santa Cruz de los Milagros.

 

Por Omar Rodríguez.

Las mujeres fuertes también tienen que descansar. Así como tú abuelita, que con una gran fuerza y entereza, tuviste que despedir de este plano existencial primero a tus padres, después a tu marido, luego a tus hijos, nietos y después a tus hermanos. Jamás te doblaste.

Jamás te doblaste en más de nueve décadas, ¿qué no viviste? , ¿qué no sentiste?, ¿qué no aguantaste?, y aún así, jamás te doblaste.

Llegaban los meses de junio y julio y comenzabas con los preparativos para hacer el mole para el día de la Santa Cruz. Se te veía contenta escogiendo el chile con cuchillo en mano, limón, manteca y azúcar a un costado. Elegías muy cuidadosamente cada ingrediente, no comprendí esa devoción tuya sino hasta mucho tiempo después. Conforme pasaban los días, más feliz se te veía, y cómo no, si se acercaba la culminación de tu obra que año con año preparabas con gran esmero. Danzante o no, que probara tu mole, se acercaba a felicitarte por la delicia que acaba de comer, preguntaban cuál era el ingrediente secreto y a ti te daba risa, yo te lo pregunté una vez y te sinceraste conmigo: “No hay ingrediente secreto hijo, solo hay que hacerlo con amor”.

Estuviste al frente de la danza por más de treinta años como gran señora, jamás buscaste protagonismo alguno dentro de la tradición y sin embargo se te nombraba “Jefa”, caminabas como siempre al lado de tu marido sin que él ya estuviera aquí. Orgullosa y silenciosa portabas el Bastón de Mando de Don Manuel Rodríguez Campos, el gran Capitán General de la Danza Azteca de Querétaro. Pero más que llevar el Bastón de Mando, llevabas a tu marido de la mano, abriendo paso a su Santa Cruz, a tu Santa Cruz, a nuestra Santa Cruz.

Caminabas sobre pétalos de flores, de frente a una lluvia de confeti y envuelta en el humo del copal, en las notas de las conchas y las mandolinas, en el vendaval de estrofas de alabanzas, en el ruido armonioso de los huesos de fraile y cascabeles.

Presidias el comienzo de la danza con firmeza y gallardía, y discretamente, sin que nos diéramos cuenta, regresabas al cuartel para recibir y alimentar a tus danzantes cuando regresarán.

Las mujeres fuertes también tienen que descansar. Y tú, antes de hacerlo, saliste adelante de una operación diciendo: “yo aguanto vara”, pudiste estar con todos tus hijos y nietos. Volviste a ser niña, volviste a hacer travesuras, a cantar y a jugar hasta cansarte, hasta caer rendida; hasta cerrar los ojos para descansar profundamente.

Estamos en junio y tú delante de tu Santa Cruz, con flores a tus pies, envuelta en el humo del copal, en las notas de las conchas y las mandolinas, en el apenas soplo de las estrofas de alabanzas, con el Bastón de Mando, con tu marido, con tus hijos, con tus nietos. Estás serena, no hay lluvia de confeti, sino llovizna de lágrimas que nos inunda de recuerdos tuyos.

Dolores Colchado viuda de Rodríguez Campos, abuelita, las mujeres fuertes como tú también tienen que descansar.

Descansa en paz.

 

 

Foto: Cortesía Archivo Familiar Rodríguez Colchado

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