El poder de la imagen contra el discurso

Por Demian Chávez.

Mientras hacía fila de clientes del Oxxo, una mujer adelante de hablaba por teléfono e insistía con su interlocutor que en los hechos ocurridos en el estadio La Corregidora sí había personas fallecidas. Sobreponía que sus fuentes de información eran los videos que circulaban por las redes sociales “¿qué no viste los videos? ahí se ve claramente esa gente está muerta”; repitió un par de veces.

Habían pasado penas unas horas de la rueda de prensa del Gobierno del Estado en donde la versión oficial confirmaba que 26 personas habían sido hospitalizadas tras los actos violentos que ocurrieron durante el partido de fútbol entre Atlas y Club Querétaro.

La especulación sobre la muerte de 17 personas y un número incontable de desaparecidos sigue permeando en el ánimo del público. Y es que la incertidumbre, además de los vacíos informativos, siguen siendo el caldo de cultivo perfecto para que una conversación se encamine hacia los renglones de la duda.

 

 

La narrativa de las cadenas televisivas durante el encuentro deportivo, y ante los ojos atónitos e incrédulos del público, fue superada por la información de redes sociales que permeó a los medios de comunicación. Los periodistas que cumplían una labor informativa fueron rebasados por los vacíos que se generaron por parte de la institución deportiva, así como la información oficial que tardo en fluir hasta pasadas las horas.  Contrarrestar el tsunami de información de 17 muertos fue simplemente imposible.

Las voces que estaban en las cadenas televisivas y los portales de Internet, se engancharon con la información y para no quedarse atrás repitiendo una y otra vez datos que no fueron verificados sobre las personas fallecidas. Eso sí, en algunos casos, anteponiendo el presunto como garantía ética. El principio básico de verificación de información contrastaba contra el tiempo de viralización. En escasos minutos la noticia había dado la vuelta al mundo y se volvió un espectáculo de circo romano actual. No había forma de tener información dado que estaba ocurriendo en vivo y era imposible cortar. Recordé la frase del periodista limeño Diego Salazar en su libro No hemos entendido nada (2019) “los medios tienen una responsabilidad ante la ciudadanía, no son un mero entretenimiento”. Nos queda para el análisis ¿cuál debió haber sido el tratamiento informativo?

Ahora, por más qué las autoridades del gobierno del estado y las empresas del fútbol nacional insisten en la información oficial; en las conversaciones cotidianas de sobremesa o en las llamadas telefónicas, la incredulidad a la información oficial es permanente.

Y no es para menos, los gobiernos independientemente del perfil ideológico durante muchos años han manipulado la información oficial ocultando datos, de tal manera que las personas ya no creen en esta. Esta desconfianza es una muralla impenetrable que se han ganado a pulso los gobiernos. Y así se pueden enlistar eventos como el movimiento estudiantil del 68, el fraude del 88, la (in)estabilidad económica en el 94, el presunto accidente de Maquío, la presunta verdad histórica de los 43 estudiantes, el accidente de “El Migis”, solo por mencionar algunos.

El poder de la imagen es en definitiva superior al poder del discurso. Las imágenes de botepronto se convierten en complemento de la “verdad” y permea a la opinión pública sin filtros, se convierte en catalizador de emociones y en otros casos es herramientas de doctrina.

La imagen ha acompañado al hombre desde que éste se dio cuenta que podía representar los actos cotidianos en una pintura rupestre. Luego será utilizada como herramienta didáctica en el siglo XVII (en el Orbis Sensualium Pictus de Iohannes Amos Comenius), y hoy por hoy además de ser un elemento de apreciación estética es un complemento informativo.

Sirva este apunte para invitar a la reflexión de como se consumen las imágenes. En ningún momento se busca denostar el poder de ellas, porque es contundente. Los hechos ocurrieron y fueron transmitidos en directo. Sin embargo habrá que ser cauto en la interpretación y su consumo. Por ello insistir siempre, a todos los niveles que la educación visual debe venir desde la educación básica.

About Demian Chavez

Demian Chávez. (Piscis. 1975) Catedrático, Fotoperiodista y (ex)Tablajero. Estudió Artes Visuales y Docencia del Arte. Ha sido corresponsal fotógrafo para agencias nacionales e internacionales. Profesor de la Facultad de Artes de la UAQ; y conferencista en diversos foros en el país y el extranjero. Su obra artística y documental se ha exhibido en Cuba, España, Chile, República Dominicana y Francia. También Sketcher en ciernes. Hasta hoy es director, editor, aguador y becario de Artes y Destinos. No entiende de fútbol pero si sabe cambiar un foco y una llanta de auto. Vea su trabajo en www.demianchavez.com