Desear, desobedecer, resistir. La importancia de no perder la noción de resistencia

Foto: Sublevaciones. 2018. Las manos / el miedo. Gas TV

 

 

“No existe una escala única para los levantamientos: va desde el más mínimo gesto de retirada hasta el movimiento de protesta más multitudinario”.

Georges Didi Huberman

 

Por Fausto Gracia.

Aprovechando que nos encontramos en las celebraciones de las fiestas de independencia de la corona española hace más de doscientos años, así como la importancia de la memoria histórica y colectiva, reconociendo que esta rebelión política fue protagonizada por pueblos indígenas y campesinos de nuestro país y que sería el inicio de lo que hoy conocemos como el Estado Méxicano, es que me gustaría retomar una de las nociones más importantes de cualquier levantamiento social, político e incluso artístico como parte inherente de las relaciones de poder, me refiero a la noción de Resistencia, tan poco mencionada en los últimos tiempos. Me gustaría reflexionar brevemente al respecto de la ausencia de esta palabra en nuestro vocabulario cotidiano actual. En el mismo sentido me gustaría mencionar la relación de acompañamiento que desde un planteamiento personal supone la palabra Resiliencia con respecto a esta primera, es decir, pensar tanto la resistencia como la resiliencia como procesos que se acompañan.

Entrando en el tema y retomando la idea inicial, desde hace algún tiempo rondan en mi cabeza estas dos palabras Resistencia y Resiliencia, que dan vueltas y vueltas y que por la utilización actual que tienen, me cuestiono el sentido que les estamos dando y sobre todo me pregunto, ¿socialmente estamos pensando que una es la sustitución de la otra?. Ambas palabras han sido ampliamente utilizadas como parte de los discursos sociales, políticos, artísticos, académicos a lo largo del tiempo. No sé si lo han notado pero desde hace algunos años y sobre todo en contextos locales, hispanohablantes, latinoamericanos, pareciera que hemos dejado de utilizar la palabra Resistencia como parte de nuestro vocabulario cotidiano, pero a su vez se comenzó a popularizar y utilizar de manera fluida y constante la palabra Resiliencia, incluso en algunos casos y de manera coloquial tendría que decir, yo llegué a escuchar expresiones como “No, ahora ya no hablamos de resistencia, hablamos de resiliencia”. Todo esto entendido claramente como parte del propio dinamismo del lenguaje y de la capacidad plástica que tiene de resignificar, crear, incorporar, hibridar y sobre todo responder a los contextos en donde se encarna, más allá de la institucionalidad que pueda suponer su origen. Retomando, la intención de entender la utilización que hacemos actualmente de estas dos palabras no tiene que ver con un planteamiento gramatical, sino con el sentido y la noción que cada una de ellas nos supone, tampoco y me gustaría aclararlo intentó determinar cuál es la forma correcta de utilizarlas, en lo absoluto. Uno de los puntos que me interesa descubrir es precisamente si estamos entendiendo la palabra resiliencia como una sustitución de la noción de resistencia o incluso si la palabra resistencia ha dejado de tener un valor simbólico importante en el imaginario colectivo.

 

Foto: Pedro Valtierra, Huelga de mineros desnudos, 1985 © Pedro Valtierra / Cuartoscuro.

 

Solo para dar un referente, el filósofo frances Michael Foucault plantea la relación entre poder y resistencia como una posibilidad de acción, siempre móviles, cambiantes y modificables, es decir, desde esta perspectiva el poder no se posee, no se transmite, no se hereda, se ejerce, es relacional, está presente en todos los campos sociales, por lo tanto, siempre habrá resistencia, esta sería la contracara del poder, otra forma de accionar, otra forma de articular. Si el poder es productivo, la resistencia es inventiva; si el poder se desplaza, la resistencia es móvil. La pregunta por el poder siempre va a implicar la pregunta por la resistencia. Entonces, ya con una idea más clara sobre esta relación (poder-resistencia), es que me interesa exponer a manera de pregunta, ¿hemos dejado de pensar en la resistencia como una posibilidad de generar otras realidades?, aunque tenemos presente la idea de resiliencia como la capacidad de adaptación, de reconstrucción, pareciera que estamos en un constante trauma, inamovible, en tal caso, ¿nuestros contextos son tan duros que lxs cuerpxs y las mentes han perdido la capacidad de resistir?, ¿la pérdida y el dolor que nos abate, ha dejado de tener esa posibilidad de levantar a todo el mundo?. Como lo plantearía G.D.Huberman, la pérdida como la primera fuerza del levantamiento, hoy sería cuestionable, y me genera otra pregunta, ¿qué pérdidas ameritarían ese levantamiento?.

Me recuerda un planteamiento que hacía la escritora brasileña Suely Rolnik hace algunos años, 2016 si mal no recuerdo, relacionado al proceso de Impeachment (destitución) que vivía en ese momento la presidenta en turno Dilma Rousseff y que generó una serie de manifestaciones enormes en todo el país, visibilizando una polarización de la población como nunca antes, ella mencionaba que los gobiernos de derecha – conservadores – habían hecho tan bien su trabajo, que la población más afectada social y económicamente, la clase trabajadora otrora líder de los movimientos sociales, había perdido la noción de resistencia, no la tenían más como parte del imaginario colectivo, de ahí la incapacidad que daba como resultado la situación que se vivía en ese momento. Visto en perspectiva este suceso se denominó Golpe Blando, porque al final se absolvió a Dilma Rousseff de todo cargo que se le imputó pero fue destituida como presidenta, lo cual significó un Golpe de Estado en pleno siglo XXI. Según el planteamiento de Rolnik, fue en gran medida el apoyo de la población la que sostuvo esta situación y que daría pie a las condiciones actuales del país, en el caso del presidente Jahir Bolsonaro ha sido acusado de genocidio ante la mala gestión de la pandemia del Covid19 que ha dejado millones de personas muertas en Brasil.

Estos referentes me hacen pensar en la relación entre la noción de resistencia y la colectividad como una asociación constitutiva, es decir, tenemos arraigada la noción de resistencia a lo colectivo, y ante la pérdida de ese espacio común, ante una exaltación tan contemporánea de la individualidad, pareciera que ha dejado de tener sentido, siendo así, ¿desde lo individual no resistimos?. Este es un tema que como ya les había mencionado me ronda por la cabeza desde hace un tiempo con una sucesión de preguntas y que le hago a toda persona relacionada con este tema, con la intención de tener una respuesta, ¿cómo resistimos actualmente?, ¿cuál sería una forma de resistir ante la desesperanza que suponen los tiempos actuales?, ¿cómo resistimos ante la pérdida de está noción de colectividad en el imaginario social?. Y no es que de por hecho está perdida, precisamente considero que sigue siendo una capacidad de acción, de resignificación, en palabras de Anthony Giddens sería nuestra Agencia. Tampoco es que busque respuestas concretas, únicas, fórmulas replicables, estas preguntas devienen de otras, pero en todos los casos las respuestas ha sido similares “resistir en colectividad” , ”resistir desde lo colectivo”, a lo cuál indudablemente y ha sabiendas de mi propia perspectiva de comunidad-colectividad me cuestiono, ¿cómo construimos comunidad?, entendiendo que incluso esta posibilidad tendrá que ver con la forma en que transitamos y habitamos el espacio, la forma en que ponemos el cuerpx, tanto en lo público como en lo privado.

En ese sentido me gustaría mencionar dos puntos para ir dando forma a todo el planteamiento, uno – reconocer la fuerza de la colectividad como posibilidad de resistencia y no pensándola solamente desde las masas sino desde la oportunidad de tener a unx otrx que acompañé este proceso, quizá me estoy viendo muy ingenua pero pienso más en la micropolítica, y dos – la construcción de colectividad a partir del conocimiento de sí, del cuidado de sí, desde el Ethos griego y que representará una responsabilidad con el cuidado de la casa, es decir, el cuidado de la Polis (ciudad). Ahora voy a desarrollar un poco más estas ideas. Por un lado reconocer esta idea de la fuerza de la colectividad, de las posibilidades de resistencia a partir de la construcción del espacio común, no alejados ni negados del conflicto, al contrario, entendiéndolo como un elemento constitutivo de las relaciones sociales, y cómo a partir de estas relaciones de consenso y disenso también hacemos comunidad y también hacemos política. Incluso pensando el conflicto como la base de la movilización social, lo que nos levanta, quizá un gesto, un pensamiento, un deseo.

Y por otro lado, la posibilidad de retomar esta noción de Ética griega – Ethos – entendida como la forja de carácter, el conocimiento de sí, el cuidado de sí. Que pone una responsabilidad individual ligada a la sociedad a la cual pertenece, en la búsqueda del fortalecimiento de la polis, es decir, el fortalecimiento de la casa. Y ¿Cómo sé cuando me he forjado un buen carácter?, cuando lo que soy se refleja en mis prácticas habituales. Estos hábitos continuos estarán dirigidos al cuidado de la casa (Polis). Este planteamiento para mi tiene mucho sentido e incluso lo encuentro inspirador ya que nos devuelve esa mirada sobre el conocimiento y cuidado de sí como un factor decisivo en nuestro desarrollo y que no dejará de tener una relación de responsabilidad con la otredad, con el espacio que habitamos, con el cuidado y fortalecimiento de nuestros espacios más cercanos, de nuestras comunidades. Es por ello y para ir cerrando esta reflexión, que pienso en la importancia de retomar y no dejar que se diluyan conceptos tan significativos como Resistencia, ya sea desde la colectividad o desde lo individual, ya sea acompañado de otros procesos o como elemento constitutivo. En ese sentido considero que hay un riesgo en entender la Resiliencia en sustitución de la Resistencia, este riesgo se extiende en ambos casos asumiendo estos procesos de forma aislada. En el caso de la resiliencia, el riesgo es entenderla sólo como esta capacidad de adaptación y de asimilación como un fin en sí, sobre todo porque le quita la posibilidad de la experiencia constante, cíclica, implicaría creer que sólo se resiste una vez, o que la resistencia no tuvo ningún sentido, implicaría un proceso de asimilación que nos dejaría en un constante trauma, nos encasillaría en el dolor y desaparecería de nuestra imaginación esa capacidad de acción, esa potencia que supone nuestra propia existencia. Es por ello que pienso la resistencia y la resiliencia como procesos que se acompañan, en una constante, de forma dinámica, en movimiento. Permitiendo un cuerpx individual y/o colectivo fortalecido, capaz de resignificar las realidades, listo para seguir imaginando, deseando, desobedeciendo, listo para seguir inspirando a les otres a seguir viviendo a pesar del dolor y la perdida. Pienso en aquellas y aquellxs que pusieron el/la cuerpx para que nosotrxs podamos estar aquí, y entonces nos tocará seguir poniendo el nuestro para que cada vez haya otras y más dignas posibilidades de existir, sin abandonar la idea de futuro, pensando siempre que la utopía está en el horizonte. Me gustaría dejarles un breve fragmento del libro de Sublevaciones de Georges Didi Huberman y que resulta tan pertinente en este momento.

Incluso el recién nacido se levanta

“…El poder no se ejerce en el momento del levantamiento. Sin duda la tarea de “tomar” finalmente el poder – de instituirlo y de ejercerlo – corresponderia a una revolución en su debida forma. ¿Qué debe de ser “la debida forma”?. Esta es otra temible pregunta. En un levantamiento no se hace otra cosa – pero esto ya resulta considerable – que desplegar una potencia que es deseo y que es vida. Incluso Kant estuvo dispuesto a admitir y a juntar la tres palabras que acabo de subrayar: “La vida es la potencia que posee un ser de actuar según las leyes de la facultad o potencia de desear…” Didi-Huberman, G. (2018). Sublevaciones. Museo Universitario Arte Contemporaneo UNAM. México. Editorial RM. (pp. 44).

 

Foto: Graciela Iturbide, de la serie Juchitán de las Mujeres, Juchitán, Oaxaca, 1983.

About Fausto Gracia

Fausto Gracia, nacidx en la ciudad de Querétaro, México. Artistx Visual y Performxr. Ha presentado su trabajo en festivales, museos y espacios públicos de México, América Latina y Europa. Ha realizado residencias artísticas en Chile, Argentina, Brasil, España, Irlanda, Alemania y Francia. Ha recibido varios premios para producción y residencias artísticas. Su trabajo se ha desarrollado también en áreas como la gestión cultural, la docencia, la curaduría y la investigación.